Al Margen 

Fracasó Martínez Helmes con el espejismo, en Morena, de que la UABJO era su “capital electoral”

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Adrián Ortiz Romero Cuevas

Lunes 9 de abril de 2018.

Eduardo Martínez Helmes estaba apurado por dejar la rectoría de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, porque decía que se estaba preparando para brincar de la política universitaria, a la política estatal a través de un partido. Siendo aún rector, insinuaba la posibilidad de buscar un cargo legislativo local o federal, pero cuando finalmente se dejó ver en la búsqueda de espacios políticos dentro de un partido, anunció que lo que buscaría sería una candidatura al Senado a través de Morena. De todo ese espejismo, que intentó vender con cierta capacidad, hoy no queda nada.

En efecto, la familia Martínez Helmes, encabezada por el viejo cacique Abraham Martínez Alavés, hizo de la Universidad un modelo eficaz de control político que creyeron inagotable, hasta que la misma inercia que ellos le provocaron terminó fracturando sus estructuras. ¿De qué hablamos? De que desde hace casi dos décadas, los Martínez —el viejo Abraham, y sus hijos Eduardo y Abraham Martínez Helmes— generaron un contrapeso político al interior de la Universidad frente a los sindicatos y grupos tradicionales, a través de una posición de defensa y rescate de la vida académica universitaria, que en otro momento aglutinó a varias de las corrientes universitarias más importantes para ganar la rectoría por varias ocasiones consecutivas.

El punto clímax, aunque también de quiebre de ese grupo político, ocurrió con la decisión de ascender a la rectoría a Eduardo Martínez Helmes. Esa parecía no sólo la culminación de todo un proyecto político familiar, sino también una demostración de fuerza y poder al interior de la Universidad, sobre cómo un solo grupo era capaz de controlar la política universitaria y convertir en rector a alguien que nunca antes había competido para un cargo de elección directa en la UABJO, y que tampoco había ocupado ninguna responsabilidad importante como para tener ascendencia natural entre la comunidad universitaria.

Ese fue el punto clímax por la demostración de poder, pero también fue el punto de quiebre porque con esa decisión los mismos Martínez rompieron los puntos de equilibrio que les habían permitido incluso remontar la oposición de los Rectores a los que ellos mismos habían impulsado. En todos los demás casos, los Martínez tomaban el control de ciertas áreas universitarias que les permitiera la manutención de sus clientelas electorales —algunas posiciones en Finanzas, en Redes y Telecomunicaciones, en las direcciones de algunas escuelas y Facultades, y en la Secretaría Particular de la Rectoría—, y después tomaban distancia del Rector en turno, para asumir una posición aparentemente independiente, y hasta crítica.

Así, por ejemplo, lograron hacer rector a Rafael Torres Valdez, a pesar de que Francisco Martínez Neri no lo aprobaba y no era su candidato a sucederlo. Lo mismo hicieron con Torres respecto a Martínez Helmes. En cada uno de esos movimientos, los Martínez criticaban al Rector en turno acusándolo de romper los acuerdos relacionados con la defensa de la vida académica, y con esa bandera, iban a la oposición para volver a ondear sus postulados.

¿Por qué las cosas se rompieron en el rectorado de Martínez Helmes? Porque entonces, al ser familia, y ejercer como dueños de la Universidad, ya no hubo forma de mantener ese juego de los buenos y los malos, que tan bien les había funcionado en el pasado para mantener la apariencia y el control universitario.

Esa posición, finalmente debieron cambiarla por una franca y abierta: la alianza que trabaron con el porrismo durante la gestión de Martínez Helmes, para mantener el poder. Por eso, inicialmente su proyecto sucesorio estaba en Reynel Vásquez Zárate, a quien bajaron de último minuto para tratar de controlar su apariencia, a través de un académico como Eduardo Bautista Martínez. Lograron ganar, pero ya no con el poder de antes, y casi de inmediato se les descompuso el panorama en sus bastiones universitarios como las facultades de Derecho y Contaduría.

Así, lo que fue un poder boyante de los Martínez en otros tiempos, en realidad ha demostrado estar más menguado de lo que ellos mismos reconocen.

 

ADIÓS EN MORENA

Los Martínez intentaron en Morena vender la idea de que la Universidad era su bastión político y un semillero de votos. Al interior de la Máxima Casa de Estudios lograron ganar elecciones sucesivas gracias a la forma en la que controlaban a sus clientelas. No obstante, ese liderazgo que presumieron en realidad era sólo una apariencia con la que intentaron brincar de su feudo a la política real.

Eduardo Martínez Helmes apareció, por ejemplo, dentro de los personajes que recibieron el año pasado, el 21 de marzo, a Andrés Manuel López Obrador en un multitudinario mitin en Oaxaca. Aquel mensaje político consistía en que esas personas serían los prospectos para algunas de las candidaturas más importantes en Morena. Martínez quería ser senador, o cuando menos candidato a diputado federal por cualquiera de los dos principios electorales.

¿Por qué no pudo conseguirlo? Primero, porque pronto quedaron en evidencia sus ligas y relaciones con el grupo de Gabino Cué Monteagudo; segundo, porque en Morena nadie le compró la idea de que en realidad tenía un semillero de votos, y un liderazgo real en la entidad, o cuando menos en la capital oaxaqueña, como para poder competir por una curul local o federal. Y finalmente, han ido apareciendo los indicios que los relacionan de fondo con los problemas financieros que actualmente vive la Universidad.

Por eso, paulatinamente Martínez Helmes fue moderando sus pretensiones yendo del Senado a una diputación federal; y de ahí quedar relegado en las posiciones locales porque, además, en Oaxaca ya no existe el fuero o inmunidad constitucional, que era una de las razones por las que aspiraba a un cargo legislativo federal y no estatal. Finalmente, al aparecer las listas de candidatos por ambos los principios en la entidad, Martínez Helmes quedó totalmente excluido incluso de las candidaturas que son de relleno, como son las de representación proporcional en posiciones que sería imposible que resultaran electos.

 

INCERTIDUMBRE

Hasta hace poco tiempo los Martínez pensaban que con la apariencia les sería suficiente. No fue así y ahora tendrán que esperar, desde sus conocidas posiciones de fuerza dentro de la Universidad, a ver si alguien les permite negociar su incierto futuro como grupo político en la Máxima Casa de Estudios.

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